Preguntas frecuentes
Lo cierto es que todavía se desconoce la causa. La mayoría de profesionales especialistas consideran que la enfermedad de Alzheimer se produce por la interacción prolongada entre factores genéticos (que haría que una persona tuviese más susceptibilidad a padecerla, al igual que ocurre con prácticamente todas las enfermedades) y factores ambientales (se ha especulado con diferentes factores, sin haber aún datos concluyentes respecto al papel aislado de ninguno de ellos).
En la actualidad siguen existiendo numerosas investigaciones que se están llevando a cabo a nivel mundial para avanzar en la lucha contra esta enfermedad.
Decir que la demencia se hereda no es exactamente correcto: lo que se puede heredar es una mutación genética que cause una enfermedad que termina provocando demencia, pero no la demencia en sí. Y esto sería así porque sabemos que determinadas demencias están producidas por enfermedades que se denominan monogénicas, un gen alterado que produce un cambio en una proteína desde el nacimiento e induce en la vejez una enfermedad neurodegenerativa. Estas dolencias monogénicas representan un pequeño porcentaje de las personas con enfermedad de Alzheimer, por lo que se considera que son casos puntuales.
Los antecedentes familiares lo único que producen es una predisposición, pero en modo alguno determinan la aparición segura de la enfermedad: “si mi madre tiene Alzheimer no nos tiene por qué tocar a alguno de los hijos”.
Esto dependerá de las alteraciones cognitivas que tenga cada persona y del estadío de la enfermedad en que se encuentre. A pesar de ello, debe tenerse en cuenta que la persona enferma percibe la situación desde las coordenadas de un cerebro dañado, por lo que la angustia y sufrimiento siempre será mayor en la familia. Los, fallos u olvidos, aunque a veces llamativos, pasan desapercibidos o son justificados con despreocupación o enfado. En algún momento, la persona enferma puede darse cuenta de que su memoria es deficitaria y entristecerse. Por suerte, en el mismo problema está el alivio, ya que es fácil que se distraiga y olvide que olvida. Un entorno solícito puede ser clave para superar momentos así.
Intentar que la familia reciba apoyo de toda clase redunda, a su vez, en beneficio de la persona afectada por demencia, cuya placidez depende, a menudo, del ánimo de sus allegados.
Los cambios naturales en el envejecimiento del cerebro hacen que sea un poco más difícil recordar cosas como dónde pones las llaves del coche, añadido a eso, estados de ansiedad, fatiga, exceso de actividad o estados depresivos, pueden provocar fallos de memoria mientras duran los síntomas (en especial olvidaremos con facilidad todo aquello que realizamos sin prestar mucha atención.).
Así pues, problemas para recordar no son necesariamente indicativos de la enfermedad de Alzheimer u otra demencia. Considere la diferencia entre olvidar una palabra (normal) y tener dificultades para mantener una conversación (posible signo de Alzheimer), o perder un pago (normal) en comparación con tener problemas para pagar las facturas.
Aún con todo, si tiene dudas y se encuentra angustiado no dude en acudir o llevar a su familiar a su médico o médica atención primaria.
Todavía no existe la cura para esta enfermedad. El logro terapéutico de los actuales tratamientos supone, en un grado variable según cada persona, una mejoría de la memoria y otras funciones cognitivas de manera clara pero modesta, combatir la apatía y en que se muestra colaborador durante más tiempo. En definitiva, el tratamiento puede estabilizar o demorar, algún tiempo, la progresión de la enfermedad.
Es un tema muy delicado por lo que cada familia decide decir o no decir la verdad a la persona afectada por la enfermedad. Hay que recordar que la persona enferma es adulta y no menor, por lo que se debe evitar aquellas protecciones que le resten dignidad y autonomía.
Con todo, el derecho a decidir de cada persona y poder realizar sus voluntades anticipadas, son vulneradas cada vez que se produce un “pacto de silencio” entre profesional de la medicina y la familia.
Se aconseja tratar de corregir sin que haya discusiones y de una manera sutil o sugerida. Debe evitarse toda discusión, haya o no razón, con la persona afectada. El crearle ansiedad no le beneficia en su enfermedad.
La persona con enfermedad de Alzheimer u otras demencias tiene derecho a saber lo que ocurre si puede entenderlo. No obstante, en la práctica algunas familias deciden no informar a su familiar con el fin de evitarle un daño emocional.
La respuesta es delicada. La persona enferma de Alzheimer, a menudo, se niega a los cambios en su vida y, por otro lado, es importante fomentar su autonomía. Sin embargo, debido a los riesgos que conlleva vivir en soledad, lo más recomendable es que conviva desde los inicios con alguna persona que le potencie sus responsabilidades y le supervise lo que necesite.
La enfermedad de Alzheimer acentúa y exagera el carácter previo de la persona enferma, pero en algunos casos provoca un cambio de carácter y personalidad (por ejemplo, la persona que ha sido dominante, autoritaria y con la enfermedad se vuelve dócil y cariñosa).
La persona afectada por la enfermedad debe mantenerse activo el mayor tiempo posible. Por tanto, este tipo de centros son muy interesantes porque aplican programas de estimulación cognitiva que potencian las capacidades conservadas en cada persona. Al mismo tiempo supone un recurso muy útil para el descanso de la persona cuidadora principal.
La experiencia de los Centros de Día refleja que sacar a la persona de su domicilio puede provocar algún trastorno superable transcurrido el período de adaptación.